Era un día cualquiera en el intervalo cerrado y acotado delimitado por el primer y el último día de clase del sexto semestre. El despertador sonaba con periodo constante, pero un campo atractivo que parecía infinito me mantenía con una normal mayor que cero sobre las sábanas.
Sin duda pesaban sobre mí los efectos del día (n-1). Cada vez me parecía menos congruente salir con mis semejantes en busca de la aplicación biyectiva que me hiciera corresponder un elemento en el espacio vectorial femenino. Pese a que invertía en ello considerables esfuerzos, el trabajo resultante siempre era nulo. Debía ser que pertenecía al núcleo de f sin saberlo… Pero aún no había sido capaz de demostrarlo.