Aprovechando que tuve la oportunidad de participar por primera vez en un CES, decidí escribir una columna para Pulso Capital. El CES (Consumer Electronic Show) es una de las ferias de consumo más grande a nivel mundial con más de 35,000 stands. Fue un viaje agotador pero lleno de nuevas experiencias.
Sí, hay momentos de agotamiento tras recorrer kilómetros y salones en que me sentí perdido en un mar de lo mismo. Pero entre esos pasos y descubrimientos, me encontré con un vistazo al futuro de la tecnología y tendencias emergentes que abrieron mi mente a nuevas posibilidades.
Como empresario en mi primer CES, descubrí que su valor trasciende a una agenda específica o el estar inmerso en la industria electrónica.
Rodeado de innovaciones y mentes brillantes, cada día era una mezcla de asombro y aprendizaje, donde incluso los retos físicos se convertían en oportunidades para inspirarme y conectar con otros. A pesar de las multitudes y el cansancio, cada conversación inesperada y cada demostración innovadora revelaron por qué el CES es más que un evento: es una experiencia enriquecedora y esencial.
Reza el viejo adagio “Dime con quien andas y te diré quién eres” y al conversar con otros amigos que también asistieron al evento, el sentimiento era similar. Es decir, en un contexto de innovación, tecnología y emprendimiento lo más probable es que conozcas o interactúes con personas que te inspiren o que puedan sumar valor a tu futuro como clientes, proveedores, partners o inversores.
Regreso a casa no solo con ideas, contactos y amistades renovadas, sino con una nueva perspectiva sobre lo que significa estar en el vértice de la innovación.
El CES es, sin duda, una jornada que todo empresario debería experimentar al menos una vez en la vida.
Columna publicada originalmente en Pulso Capital.