«Este mundo que no se parece en nada al que hace un segundo dejamos atrás, reclama sensibilidad, pero pocos la encuentran. Se impone la dictadura de la ciencia, la tecnología, la ingeniería, las matemáticas (el omnipresente acrónimo inglés STEM).
¿Qué fue de Sócrates y su Academia? Cuando un joven accede al mercado de trabajo le exigen habilidades técnicas. Eso que se denomina hard skills. “Pero cuando tiene que dar un salto al management, el factor diferencial son las habilidades personales”, comenta Alberto Andreu, profesor del Máster en Dirección de Personas en las Organizaciones de la Universidad de Navarra…»
Por demás esta decir que este análisis del periodista español Miguel A. García [en mi opinión] resulta clave para entender porque la confianza a ciegas en la tecnología nos esta llevando a perder de forma acelerada habilidades tan básicas como interpretar una mirada, sostener un lápiz o hacer amigos.
La tecnología es un regalo maravilloso
Sin embargo no es indispensable para innovar y tampoco para salir adelante. La clave del éxito en la actualidad es encontrar el Timing perfecto y ejecutar con calidad las actividades e iniciativas que en teoría nos apasionan.
El tema cae como anillo al dedo en reflexiones que estuvieron a la orden del día dentro de mi jornada de actividades de esta semana al conversar en dos presentaciones sobre el impacto en productividad que la tecnología ha traído a nuestras vidas.
Si bien es cierto hoy contamos con infinitas herramientas que nos ayudan a «ser mejores» ese mismo bombardeo de opciones, estímulos y notificaciones por paradójico que parezca, nos hacen menos productivos. Este análisis un par de meses atrás fue el que me llevo a dejar de utilizar las aplicaciones de Redes Sociales en mi teléfono móvil y a prácticamente desactivar por completo las notificaciones.
Los tiempos y creencias cambian tan rápido, que empezamos a vivir en una desenfrenada carrera por tratar de comprender las cosas que estamos viviendo y sintiendo logrando resultados poco satisfactorios dado que no encontramos respuestas claras.
Para 2011 se afirmaba que un smartphone de alta gama era símbolo de estatus social, hoy siete años después pensadores altamente ilustrados afirman que «no tener un smartphone es símbolo de estatus». Y aunque las afirmaciones parezcan contradictorias demuestran que las cosas cambian a una frecuencia que nos ofusca.
La tecnología finalmente es una herramienta, útil para construir así como para generar daño. Es nuestra responsabilidad seleccionar el uso, limite y aprovechamiento que le daremos para seguir siendo conscientes del valor de ser humanos.