Columna publicada originalmente en Forbes Centroamérica
Todavía recuerdo la primera vez que escuche “No hay una segunda oportunidad para una primera mala impresión”. Fue hace muchos años en la voz de una persona que hablaba sobre las oportunidades que internet ofrecía para las marcas y organizaciones.
Fue una frase que seguí utilizando y que yo mismo incorporé en mi cajón de herramientas para explicar la importancia de velar por los detalles. Pasaron muchos años hasta que finalmente supe que era una frase de Oscar Wilde, el autor de “El retrato de Dorian Gray”.
Y aunque fue escrita hace más de 100 años, su vigencia es más que palpable. Si brindar una buena impresión era retador en las interacciones “cara a cara” el grado de complejidad en las interacciones digitales se eleva a los cielos y así mismo, la importancia de generar una buena impresión.
Actualmente no solo debemos tener en consideración nuestra imagen sino además tener una buena cámara digital, conexión estable a internet y correcta iluminación.
Aún recuerdo el inicio del confinamiento en mi país. Fue cuando se anunció el primer caso del coronavirus, un viernes 13 de marzo. A llegar la hora del almuerzo de ese día, nos tocó retirarnos a todos y empezar nuestro protocolo de home office.
De camino a mi hogar, pase por un Office Depot comprando una cámara HD y unas bocinas Bluetooth. Curiosamente en lo primero que pensé fue ¿cómo voy a tener todas mis reuniones online? Así que, para garantizar una buena imagen y audio, busqué lo que consideré el equipo necesario.
Días después habilité un segundo plan de Internet e improvisé un estudio en mi hogar, el área que pasó a ser mi “oficina” por muchos meses.
Hoy contar con estos elementos se ha vuelvo una necesidad, si bien no todas las empresas han logrado acoplarse a una cultura de teletrabajo, es una realidad que el uso de este formato será parte de la nueva normalidad cuando el virus ya no sea una amenaza.
¿Pero cómo brindamos una buena impresión a nivel digital? Lo que me ha funcionado es seguir los protocolos tradicionales de las industrias en las que trabajo, es decir, mantener el outfit que ocuparía si tuviera que ir presencialmente a la oficina. Por supuesto que podemos ser flexibles con el tema, pero no al punto de conectarnos a reuniones con nuestro pijama.
Es cierto que en casa podemos estar más cómodos, pero prepararnos para “salir” al trabajo, ayuda a nuestro cerebro a estar más enfocado porque nos permite trasladarnos a una esfera distinta, la del trabajo (si bien es un hecho que físicamente estamos en el mismo espacio, nuestro hogar). En todo lo que hacemos online, nuestra reputación está en juego.
Actualmente hay un intenso debate en relación con el uso de la cámara en las reuniones. Por un lado, muchos usuarios afirman que es algo que por default se espera de una reunión profesional de trabajo, no estar visibles implica un mayor esfuerzo de nuestros interlocutores y en algunos contextos se considera una violación a las normas de etiqueta.
Sin embargo, también es una realidad que el efecto de ver muchos pequeños rostros causa ansiedad y malestar. Particularmente recomiendo al menos en la etapa del saludo, activar las cámaras para que la comunicación sea más cálida. Es un hecho que también por temas de conectividad sea común tolerar las cámaras apagadas para garantizar que el audio no falle.
La iluminación también es clave. Si por distintas limitaciones no contamos con un estudio para actividades laborales en nuestro hogar, y necesitamos participar en distintas reuniones, lo más recomendable es invertir en micrófono de diadema con audífonos para lograr concentrarnos, filtrar ruidos y mantener nuestra productividad. En todo caso, los audífonos de nuestro smartphone son también una gran alternativa.
Me resulta triste ver como muchas personas que aplican para puestos de trabajo a través de entrevistas virtuales, no ponen en práctica muchas de estas recomendaciones y se auto sabotean restando puntos a su perfil.
Es cierto, no todo se trata de nuestra imagen y marca personal, pero una primera mala impresión nos puede cerrar las puertas de nuevos negocios, oportunidades laborales o reuniones más significativas con nuestros colaboradores y colegas.