Nuestra cultura aplaude a las superestrellas. Premiamos al producto o a la canción o recompensamos a la empresa o al empleado que es el número uno. Las recompensas tienen un sesgo muy marcado, hasta el punto de que el número 1 suele obtener diez veces más beneficios que el número 10, y cien veces más que el número 100.
Según la Asociación Internacional de Productos Lácteos, los siguientes son los diez sabores preferidos en materia de helado:
- Vainilla
- Chocolate
- Nuez de pacana
- Fresa
- Napolitano
- Trocitos de chocolate
- Vainilla Francesa
- Galletas con crema
- Caramelo con vainilla
- Chocolate con avellanas
Nada tendría de raro si usted supone, como supone con la mayoría de las listas, que los sabores en los rangos más altos se venden ligeramente más que los demás. La distribución es, en realidad, como se ilustra a continuación:
Siempre es así (bueno, casi siempre). Se llama la ley de Zipf y se aplica a los currículos vitae, a las tasas de solicitud de ingreso a las universidades, a los discos más vendidos y a todo lo demás. Los ganadores triunfan en grande porque al mercado le encantan los ganadores. Veamos otro ejemplo. La siguiente es la clasificación por resultados de taquilla en una semana especialmente mala para el cine en los Estados Unidos, en agosto del 2006:
- Invincible
- Talladega Nights: The ballad of Ricky Bobby
- Little Miss Sunshine
- Beerfest
- World Trade Center
- Accepted
- Snakes son a Plane
- Step Up
- Idlewild
- Barnyard
Es difícil sentir lástima por la espantosa película Beerfest. Al fin y al cabo, clasificó en cuarto lugar. Sin embargo, observemos el gráfico que indica los ingresos de taquilla, en millones de dólares:
Si ha leído The Long Tail, de Chris Anderson, esto no es nuevo para usted. Sin embargo, en este momento no me interesa la larga cola: quiero mostrarle la cabeza corta, esa cabeza corta, grande y rentable que es la jugosa participación en el mercado que disfrutan quienes ocupan el primer rango en la lista.
Por qué es importante ser el número uno
La gente no tiene mucho tiempo y no quiere correr muchos riesgos. Si a usted le diagnosticaron cáncer de ombligo, no querrá perder tiempo visitando una gran cantidad de médicos. Irá directamente a consultar al “número uno”, la persona considerada como la mejor en el mundo. ¿Para qué irse por las ramas si sólo tiene una oportunidad?
Cuando visita una ciudad nueva ¿es usted el tipo de persona que quiere ir a un restaurante típico, o le pide al conserje del hotel que le indique cuál es el mejor lugar?
Cuando quiere contratar a alguien para su equipo de trabajo, ¿le pide a su auxiliar administrativo que le dé los currículos vitae promedio o pide que sólo le muestre los de las personas más calificadas?
Puesto que afrontamos una limitación de tiempo u oportunidades de experimentar, intencionalmente restringimos nuestras opciones a quienes están en la cima.
Usted no es la única persona que busca la mejor opción. Todas lo hacen. Como resultado, las recompensas que reporta el hecho de ocupar el primer lugar son enormes. No es una escala lineal. No es cuestión de obtener un poquito más tras dar un poquito más. Es una curva, y además, bastante pronunciada.
Por qué (en verdad) es importante ser el número uno
La segunda razón por la cual ser el número uno reporta beneficios tan grandes es más sutil. Estar en la cima es importante porque allí sólo hay espacio para unos pocos. La escasez hace que estar en la cima tenga valor. Hay cientos de marcas de agua embotellada, y la mayoría son prácticamente iguales. Por eso no buscamos mucho cuando queremos comprar agua embotellada. No hay un número uno en el mercado del agua embotellada. El champán es un asunto muy distinto. El Dom Pérignon está en la cima, o muy cerca, de modo que pagamos más por él.
¿De dónde proviene la escasez? Proviene de los obstáculos que ponen los mercados y nuestra sociedad. Proviene del hecho de que la mayoría de los competidores se dan por vencidos mucho antes de haber creado algo que llegue a la cima. Así es como se supone que sea. De eso depende el sistema…
Tomado del libro “The Dip” de Seth Godin.