Columna publicada en Forbes Centroamérica, Diario de Centroamérica y Pulso Capital
Durante 2021 trabajando en un análisis sobre tendencias en redes sociales, fui testigo de cómo en la actualidad es tan sencillo engañar a los usuarios de Redes Sociales para generar desinformación.
Una publicación en Redes Sociales de un activista fue tomada como “fuente de información” en distintas cuentas de Facebook y Twitter que publican contenido como si se tratase de medios de comunicación.
Este activista afirmaba que un rio había sido dañado por una empresa compartiendo fotografías donde se observaban las aguas contaminadas del lugar. Pasados un par de días, el activista tomó las publicaciones de las cuentas que replicaron sus mensajes indicando que “los medios estaban denunciando la destrucción y contaminación del rio”, dando a entender que la información sobre la contaminación provenía de medios de información legítimos, y no que era algo que esta persona originalmente había inventado y publicado.
Lo cierto es que, al verificar los hechos, se comprobó que se trataba de información falsa. Los mismos habitantes de zonas aledañas al rio en cuestión, salieron a indicar que era desinformación y que las fotografías correspondían a otro momento y causa.
A pesar de lo anterior, una buena parte de usuarios de Redes Sociales que vieron los contenidos, cayeron en la trampa haciendo viral la noticia. Incluso usuarios de otros países se unieron a la critica ya que evidentemente, desde cualquier punto de vista, el daño ambiental es negativo.
Lo cierto es qué en este caso, ni había daño ambiental, ni había un rio contaminado por una empresa, simplemente era una campaña de desinformación para convertir el tema en tendencia. Esta estrategia se basa en una técnica de desinformación llamada “las elites contra el pueblo” que utiliza hechos reales ocurridos en otro país, año o contexto para generar indignación o molestia contra ciertas marcas o industrias.
¿Por qué los usuarios de redes sociales caemos tan fácilmente en estos engaños? porque los algoritmos también radicalizan a quienes los usan. Una frase de la periodista Anne Applebaum publicada en su libro “El ocaso de la democracia, la seducción del autoritarismo” donde también explica que cuando los algoritmos detectan que nos interesa un tema, nos exponen con mayor frecuencia a contenidos relacionados con dicha temática. Muchos de estos contenidos son reales, sin embargo, muchos otros no. Incluso puede ser que la mayoría no lo sean. Pero el algoritmo nos los presenta porque sabe que son temas que nos interesan y que así pasaremos más tiempo en la plataforma o Red Social.
Una investigación del MIT descubrió que las “fake news” se difunden un 70% más que las noticias reales ya que se suelen anclar en temas que generación indignación o miedo y que van alineadas a los interés específicos de cada usuario.
Por eso, cada día vemos más resultados de la desinformación generada por los algoritmos. Es lo que explica el apoyo y admiración a figuras relacionadas con los regímenes dictatoriales de Venezuela, Cuba o Nicaragua. Son personas que han sido expuestas constantemente a la idea de que todo su gobierno es “malo” y que una manera “revolucionaria, violenta y nueva” es la solución. Lo mismo ocurre con quienes niegan que la tierra es redonda. Su cerebro no encuentra otra manera de explicar la realidad porque cada día, los algoritmos se han encargado de presentarle información que “explica” que la tierra es plana.
Parece broma, pero es mucho más serio de lo que parece. La radicalización basada en algoritmos hoy hace que cuestionemos ideas que nos han permitido avanzar de manera fundamental como la democracia, y por otro lado ensalza ideas de desesperación cultural como “somos merecedores de todo lo que queremos” o que “el pasado era mejor que el presente”.
Lo cierto es que el mundo hoy es mejor que hace 50 años y muchísimo mejor de lo que fue hace 100 años. Gracias a los grandes avances en todas las áreas de conocimientos hoy la humanidad vive mejor y por más años que nuestros antepasados. Pero, toda esta prosperidad y ocio está haciendo que le demos la espalda a ideas fundamentales para tener algo con que generar confrontación.
¿Qué podemos hacer? Aprender que los algoritmos y redes sociales vinieron para quedarse y utilizar estas plataformas para entretenernos, ver memes, pero no para tomar decisiones, no para formar criterio y mucho menos para definir la realidad de nuestros entornos.
Twitter, por ejemplo, es extraordinario para divertirnos, ver temas de tendencia y pasar el rato. Pero pretender informarnos y tomar postura a través de tweets y opiniones en TikTok o Facebook no es actuar con sabiduría. Todos estamos expuestos a los algoritmos y si de verdad un tema nos interesa, es mejor buscarlo y no consumir lo que “nos llegue”, informarnos desde sitios web legítimos, incluso portales cuyas posturas sean contrarias para conocer todas las perspectivas. ¿Somos de derecha o izquierda? Veamos lo que presentan los medios de ideología contraria. ¿Queremos entender lo que ocurre a nivel global? Leamos los análisis desde medios de Estados Unidos, de Rusia, de China y de la Unión Europea, sin duda cada uno hará énfasis en ciertas ideas, pero al menos de esta manera no tendremos un sesgo tan marcado en los algoritmos de las plataformas que utilizamos.
¿Qué esto toma más tiempo y es complicado? Sin duda, nadie dijo qué salir de las cajas de resonancia seria una tarea fácil.