Columna publicada originalmente en Forbes Centroamérica
Todavía recuerdo la primera vez que escuche “No hay una segunda oportunidad para una primera mala impresión”. Fue hace muchos años en la voz de una persona que hablaba sobre las oportunidades que internet ofrecía para las marcas y organizaciones.
Fue una frase que seguí utilizando y que yo mismo incorporé en mi cajón de herramientas para explicar la importancia de velar por los detalles. Pasaron muchos años hasta que finalmente supe que era una frase de Oscar Wilde, el autor de “El retrato de Dorian Gray”.
Y aunque fue escrita hace más de 100 años, su vigencia es más que palpable. Si brindar una buena impresión era retador en las interacciones “cara a cara” el grado de complejidad en las interacciones digitales se eleva a los cielos y así mismo, la importancia de generar una buena impresión.